Jn 10, 31-42: Dejar hablar alto a la vida.

Lectio ‘Palabra vivificante’. P. Fidel Oñoro cjm

Jn 10,31-42: Dejar hablar alto a la vida

En este texto podemos ver cómo se da el paso de las “obras” de Jesús a la “gran obra” reveladora de Dios en la Cruz.

Jesús dice con fuerza: ‘Crean al menos por las obras, y así sabrán que el Padre está en mí y yo en el Padre’ (10,38).

El evangelio de Juan no es de un fácil triunfalismo. Él registra lo difícil que puede resultar la aceptación de la persona y la enseñanza de Jesús.

Es un indicio de la fuerza y la tenacidad del mal, de la apatía, que a causa del pecado, se encuentra incluso en el corazón de los hombres de buena voluntad y que les lleva a malinterpretar ye incluso a rechazar al Verbo enviado al mundo.

Ya vimos ayer cómo los adversarios no logran comprender de dónde proviene Jesús y, peor, le rechazan porque la consideran una herejía su afirmación de que él viene de Dios y que es manifestación viva del mismo Dios de la Alianza revelado en la historia del pueblo.

En el texto de hoy los ataques contra Jesús siguen. Pero en un nuevo contexto.

Jesús acababa de contar la alegoría del Buen Pastor (Juan 10,1-18) y de exponer cómo son sus relaciones con su comunidad (10,22-30).

Ocurre entonces que el auditorio se divide en dos: un grupo lo rechaza agarrando piedras para tirarle (10,31), pero otro cree en él (10,41-42).

1. El punto crítico

¿Por qué se enojan contra Jesús?

Ante todo, los adversarios reaccionan mal por la declaración de Jesús sobre su comunión profunda con el Padre:“Yo y el Padre somos uno’ (10,30).

Ellos dicen que se trata simple y llanamente de una blasfemia: “Tú siendo hombre, te haces a ti mismo Dios” (10,33).

Pero Jesús replica: “A aquel a quien el Padre ha santificado y enviado al mundo, ¿cómo le decís que blasfema por haber dicho: ‘Yo soy Hijo de Dios’?” (10,35-36).

Entonces exhibe la credencial, el certificado de sus obras: ‘Muchas obras buenas que vienen del Padre les he mostrado… Crean por las obras, y así sabrán y conocerán que el Padre está en mí y yo en el Padre” (10,32.38b).

Este punto es importante. ¡Atención! Jesús habla de obras, no de ‘milagros’.

En el evangelio de Juan el vocabulario es preciso y refinado. Las obras con poder de Jesús se denominan ‘signos’ porque lo importante es lo que está detrás de cada hecho, o sea, porque nos remiten al conocimiento de Dios y de su intervención salvífica.

Por eso van más allá del simple milagro como hecho extraordinario. En las acciones de Jesús tiene lugar una narración de Dios, un lenguaje que hay saber que leer y traducir.

¿Qué se aprende?

(1) Que el Hijo está en el Padre en una relación de armonía perfecta de pensamiento y de acción (10,38).
(2) Que Dios está ofreciendo al mundo salvación por medio de su enviado, que es su Hijo.

Por lo tanto hay que conocer mejor a Jesús si no se quiere falsear su misión. Desconocer su identidad implicaría perder su oferta de salvación.

Las obras son indicadores que llevan a la fe, que lo invitan a uno a entrar en una relación de comunión profunda con Jesús y en esta comunión con Jesús uno participa de la relación de amor que sostiene con el Padre.

2. Estamos llamados a reflejar la luz de Dios en nuestras obras

Podemos ver que en medio de la discusión los adversarios aclaran que ellos no rechazan a Jesús por sus obras buenas, sino por una blasfemia: por presentarse como Dios.

Esto da pie para que Jesús dé un paso más en su enseñanza: no sólo es Dios, él ha venido al mundo para que nosotros participemos de la naturaleza de Dios.

Jesús les cita la Escritura (10,34): ‘Yo os he dicho, dioses sois’ (Salmo 82,6).

De lógica, argumenta Jesús, si esto se dice del hombre, ¿qué no se debería decir de ‘aquel a quien el Padre ha santificado y enviado al mundo’? (10,36).

Esta afirmación que atañe a Jesús, tiene cuatro consecuencias para sus seguidores:

Una. Ser persona en el proyecto de Dios quiere decir hacerse como Dios.

Esa es nuestra vocación y a veces se nos olvida: la comunión con Dios. Fuera de la comunión con Dios nuestra vida siempre estará incompleta.

Esto mismo lo dice claramente la segunda carta de Pedro 1,3-4, un pasaje que vale la pena recordar:

‘Su potencia divina nos ha dado todo lo que necesitamos para la vida y la piedad [una vida santa], mediante el conocimiento perfecto del que nos llamó con su poder y su gloria. Con ello nos ha dado bienes grandísimos y preciosos que nos habían sido prometidos, para que por medio de ellos seamos partícipes de la naturaleza divina’.

Lo que Jesús comunica es que Dios desea compartirnos su misma naturaleza, él que la pone a nuestra disposición por medio de todo lo que realiza con nosotros.

Dos. Para ello uno tiene que saber leer e interpretar las obras de Jesús.

Dios ha escrito lo que él es en la persona de Jesús, Verbo encarnado. Su vida es narración de Dios y todo lo que hace habla alto. Así con cada una de sus obras y particularmente con su gran obra que ocurre en la cruz.

Tres. Dios continúa haciendo esas obras.

Sus signos y el gran signo de la Cruz están ante mis ojos, en están a cada paso de mi vida. Entonces, o los acepto o les tiro piedras.

Pero, ojo. Quizás el problema hoy no sea tanto el de las piedras de nuestra aversión declarada, sino las de la indiferencia ante sus signos.

El problema es la ceguera y la sordera intencional para no captar las evidencias que Dios pone ante mí.

La indiferencia no sólo perpetúa la pasión de Cristo, termina por apagarnos a nosotros mismos sepultándonos en la tumba de nuestra insensibilidad.

Cuatro. Una proyección hacia la gran obra que ocurre en el misterio Pascual de la cruz resucitada.

Queda abierta la cuestión: si las obras son la ruta que conduce al negación o a la captación de la revelación de Dios en Jesús, ¿qué sucederá con la gran obra, que es su muerte en la Cruz?

3. La luz positiva de los que que sí creen

En medio del auditorio de Jesús resulta un grupo que es sensible, que abre los ojos como los abrió el ciego de nacimiento, y recibe a Jesús con docilidad : “Y muchos allí creyeron en Jesús” (10,42).

Estas personas ven en Jesús la realización completa del anuncio de Juan bautista: ‘Juan no realizó ningún signo, pero todo lo que dijo Juan de ése era verdad’ (10,41; ver 1,29-30).

Entonces, quienes dan el paso de la fe, en este evangelio, son aquellos que han sido testigos del obrar de Jesús y captan su sentido a la luz del testimonio del profeta.

En un pasaje anterior que leímos la semana pasada, los tres testigos eran: Juan Bautista, las obras y la Escritura.

En fin…

Por detrás de todas estas palabras de Jesús es bello encontrar a un Dios sediento, a un Dios que tiene ganas de amistad conmigo y que me tiende la mano.

Es un Dios que me da señales, que me hace guiños para que venga donde él.

Y él quiere, me llama, me invita, para que en comunión con él, me haga como él, que sea imagen y semejanza de él, siendo como él.

La invitación, pues, es para ‘poner cara de Dios’ en todo lo que hago, es decir, reflejar en mí su luz, su rostro, su manera de ser.

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En este tiempo de prueba te invito para que oremos juntos:

Señor y Padre,
tú que no desprecias nada de cuanto has creado
y que deseas que cada persona alcance la plenitud de la vida,
mira con bondad nuestra fragilidad que a veces trata de ceder.

Haz que nuestro corazón esté en alto en esta hora de prueba.
Perdona nuestra incapacidad para hacer memoria de todo lo que cada día haces por nosotros.

Aleja de cada de uno de nosotros y de nuestros hogares todo mal.
Con Pablo hoy decimos:
‘Si tú estas con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?’
En toda adversidad ‘somos más que vencedores gracias a aquel que nos ha amado’.

Ayúdanos a comprender que la belleza que salva al mundo es el amor que comparte el dolor.

Bendice los esfuerzos de quienes trabajan por nuestra integridad:

Ilumina a los investigadores, dale fuerza a cuantos trabajan en la curación de los enfermos, a quienes se están sacrificando por protegernos a todos.

Danos a todos la alegría y la responsabilidad de sentirnos cuidadores unos de otros.

Da tu paz a quienes has llamado a ti, alivia la pena de quien llora la muerte de un ser querido.

Haz que también nosotros, como tu Hijo Jesús, pasemos en medio de los hermanos haciendo el bien, sanando las heridas y siendo solidarios con quienes la están pasando mal como consecuencia de esta situación.

Intercedan por nosotros María nuestra Madre y todos los santos, todos ellos que siempre mantuvieron viva la esperanza de que ‘todo concurre para el bien de los que aman al Señor’.

Amén

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1 comentario
  1. Paloma🕊️🕊️🕊️

    Buen día Padre, bien anoche se encendieron las luces pero aquí en catedral Estrada, NO SONARON LAS CAMPANAS, q en mi opinión era lo más IMPORTANTE, q debieron sonar 33VECES en honor a los 33años vividos por Jesús aquí el la tierra.
    Cómo lo Reveló Dios Padre a la madre María E. Ravasio.
    Por favor??? Te dejo esta inquietud:Paz y Bien

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