El Hijo de Dios, la salvación del mundo

Hermanas y hermanos, hoy el evangelio según San Juan nos ha traído una bella reflexión en la cual debemos ahondar, pues se trata de algo que tal vez muchos tenemos en la casa o incluso llevamos colgados en el pecho: la cruz de Cristo, que nos recuerda el motivo por el cual Jesús vivió, murió y resucitó, nos deja en claro siempre que la vemos que el amor de Dios para nosotros sus hijos, es infinito.

En Juan 3, 16-21, nos dice la Palabra: “Pues Dios amó tanto al mundo, que dio a su Hijo único, para que todo aquel que cree en Él no muera, sino que tenga vida eterna. Porque Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo por medio de Él”. Con esto recordamos entonces el amor infinito que sólo Dios puede tener y nos queda también como lección entender que Dios nos ama sin juzgarnos, por tal motivo debemos amar a nuestro prójimo de la misma manera.

Muchas veces nosotros nos creemos jueces y condenamos a las otras personas sin saber que llevan sus vidas, que problemas tienen o si su alma está en un profundo dolor, así que el mensaje hoy es para que tú, que estás leyendo esto, recuerdes siempre que Dios nos ama a todos por igual, sin excepciones y sin peros, por tal motivo debemos hacer lo que dijo Cristo nuestro Señor y amar al prójimo, ayudarlo y entenderlo para poder tener una sociedad cercana a Dios, que será por ende, una sociedad feliz, llena de júbilo y bendiciones.

Pidamos perdón al Señor por nuestras fallas y errores, por nuestra intolerancia frente al prójimo y también ahora en casa, para que nos permita dejar esas actitudes que no son correctas, también debemos entonces, alejarnos de todo porque quien vive con Dios no puede tolerar nada que vaya en contra de la ley divina, porque eso es actuar conforme al mal.

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